A lo largo de mucho
tiempo he sido duramente criticada y señalada por los
que me conocen de ser una adicta del webeo, que en términos
criollos no precisamente es del todo halagador. En el común
argot "limeño", webear significa no hacer nada,
relojear, haraganear, en conclusión es perder el tiempo.
A pesar de ello insisti en ser una más de
los adictos usuarios que pululan en este mundo virtual, al que le
llamamos internet. No conforme con ser una testigo de como la tecnología
avanza y nos envuelve en su encanto, después de pasar por
páginas en donde encontramos a amigos, salas de chat, msn,
etc..... y ya hastiada de buscar aquello que tal vez nunca encontraré en
el mundo real, puedo decir que tuve éxito en la búsqueda.
Encontré un espacio libre de expresión, en el que no
existen parámetros ni normas establecidas hasta ahora, fluye
perfectamente el diálogo audio - visual entre el cibernauta
clásico como hasta en algún momento fui y surge el "chamán",
el "gurú" de las comunicaciones, sin lugar a dudas
sustantivos algo exagerados para expresar lo que siento cuando estoy
editando algún post para mi blog o simplemente dejar uno que
otro comentarios en uno de esos foros que abundan.
Nada despreciable la misión que tenemos,
el internet llega hoy a todos los lugares del mundo. Recuerdo que
sostenía comunicación con un amigo palestino durante
los conflictos que había en Gasa y vivía como mío
el drama de su país. Las fronteras se acaban, no nos limita
el idioma. El lenguaje primitivo se alimenta y volvemos a ser la
esencia, ya no tenemos que pretender ser quien no somos para ser
aceptados en este caótico planeta, en donde el pensar distinto
al resto es señalado como anarquista, hereje o desubicado.
En fin, volver al mundo real es lo de todos los
días, pero poder desintoxicarnos del mundanal ruido y sus
urgidas prioridades ya no es más un motivo para stressarme.
Poco o mucho, es lo que tengo que decir por hoy. |